Los antimicrobianos o antibióticos son compuestos químicos que tienen como función principal destruir o inhibir el crecimiento de microorganismos que se encuentren dentro de su espectro de acción. Algunos de ellos son producidos naturalmente, casi siempre como sub- o exoproductos de bacterias o incluso hongos, que tienen la propiedad de alterar algún proceso de la fisiología bacteriana; mientras que otro grupo de antimicrobianos son producidos en forma sintética o semi-sintética, tomando como modelo aquellos naturales.
El uso de antimicrobianos en la producción animal siempre ha tenido como objetivo principal el tratar enfermedades que están comprometiendo la salud de un grupo o de un animal en particular. Convencionalmente, el uso de estos productos se ha realizado administrándolos por vía parenteral (intramuscular, subcutánea, intramamaria, etc.), en el alimento o en el agua de bebida.
La vía de administración de un antimicrobiano va a depender de varios factores, siendo uno de los principales, el sujeto/población a intervenir, ya sea un individuo o un grupo de individuos francamente agrupados, o si es necesario administrarlo a una población más grande. En el caso de enfermedades que se expresan en algunos individuos o en grupo en particular en forma aguda o súbita, la administración por vía parenteral o inyectable es la más expedita para controlar los casos. Igualmente, cuando la enfermedad se hace evidente con sintomatología y mortalidad en grupos algo mayores, habiendo otros animales en riesgo pero que no han sido infectados, la vía inyectable es la ideal para detener el proceso infeccioso. Algunas de las ventajas del uso de inyectables es que el efecto del antibiótico o medicamento es expedito, alcanzándose altas concentraciones del fármaco en corto tiempo.
Ahora bien, si lo que se requiere es prevenir los efectos de una potencial infección o controlar los efectos de una enfermedad que es endémica en la granja, en la zona o en la región donde se ubica la explotación, y que, además, dicha enfermedad representa una reducción de la eficiencia productiva de los animales, entonces la vía más lógica es la de administrar los antimicrobianos en el alimento. En este caso, el productor, el médico veterinario y la planta de alimento establecerán los criterios relacionados al tipo de antimicrobiano a utilizar, la dosis, tiempo de administración, fase o período en donde se va a utilizar, y el tiempo de retiro necesario durante y luego de la intervención.
Aunque la medicación en el alimento sigue siendo a hoy la estrategia de mayor uso a nivel mundial, la misma debe hacerse con el mayor cuidado y profesionalismo para que los resultados se acerquen a lo esperado.
En otros casos, ante la inminencia de un brote o cuando el número de animales afectados es superior a las capacidades de los operarios o el productor para su manejo, la vía indicada para administrar los antibióticos es a través del agua de bebida. Tomando en consideración que, en la mayoría de las especies domésticas, principalmente cerdos y aves, el consumo de alimento se ve reducido cuando existe un proceso patológico, el uso de la medicación en el agua es la manera más adecuada para controlar el problema, ya que su consumo no varía significativamente ante la presencia de una afección.
Todos estos detalles son de importancia mayor a la hora de utilizar cualquier tipo de medicación, independientemente de la especie animal, edad o condición. Para el caso de la administración de antibióticos vía agua de bebida, basándonos en la dosis a administrar a cada individuo, se requiere verificar previamente las condiciones de calidad del agua a utilizar. Esto es conocer el pH (agua alcalina o ácida), la dureza del agua —concentración de carbonato de calcio (aguas muy suaves, suaves, medias, duras y muy duras), y el nivel de cloro residual (post-potabilización), ya que niveles sobre-óptimos tienen un efecto oxidante de los antibióticos.
Por otro lado, es importante conocer las condiciones del tanque o contenedores y la tubería que suministra el agua, ya que las sales contenidas en el agua tienden a depositarse en las superficies internas de estructuras, para luego ser colonizadas por bacterias y algas, las cuales posteriormente producen biofilm o micelas que son capaces de retener los compuestos que se agregan el agua, reduciéndose así la biodisponibilidad de estos. Igualmente, las bacterias que se desarrollan en las paredes de las tuberías son capaces producir enzimas que pueden descomponer el principio activo, y, por ende, reducir la eficacia o actividad del antimicrobiano que estamos utilizando. Es por esto que antes de iniciar un plan de medicación en el agua, debemos verificar de las condiciones de los tanques y tuberías. Si estos presentan depósitos de minerales o biofilm, deberemos agregar compuestos que logren la limpieza interna, antes de proceder a la incorporación del antibiótico seleccionado.
Un último aspecto a revisar —y no por ello menos importante, es determinar la pérdida del medicamento por desperdicio de agua, según el tipo de bebedero. Se considera que los bebederos de nipple o chupete presentan una mayor pérdida por desperdicio de agua que los de tipo tazón. En todo caso, en los cálculos de la dosis total de antibiótico a administrar se debe considerar un ajuste a dicha pérdida (15 a 20%), garantizando así que la población a tratar recibirá la dosis correcta del antibiótico, aportando al éxito de la intervención.
Otros aspectos a tener en mente en la medicación en agua, incluyen:
- El tanque o recipiente en donde se prepara la medicación antes de su administración a los animales, no se debe exponer a la luz directa del sol ni a la materia orgánica.
- El cálculo de la dosis debe convenirse en el día a día; asimismo, su preparación debe realizarse diariamente, ajustando su administración para un rango no superior a 12 horas, así como a la temperatura (o a su variación, la sensación térmica).
- Realizar las medicaciones en agua en momentos “frescos” del día (al comienzo o al final del mismo).
- Evitar la combinación de dos o más principios antibióticos, incluso la combinación con principios no antibióticos debe revisarse.
- Realizar una primo-dilución del producto antibiótico en una porción del agua y luego aplicar al resto.
- La calidad microbiológica del agua no afecta la medicación per-se, pero si actúa en detrimento del éxito de la misma, al corto y largo plazo.
- Y, por último, es fundamental que las medicaciones de cualquier tipo en animales de abasto, se realicen bajo la supervisión de un médico veterinario que considere los rangos de dosis terapéuticas y tiempo de tratamiento, así como de residualidad.
Boletín realizado por: Nathalia María del Pilar Correa Valencia, MV, MSc, Dsc.